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Introducción
Siempre necesitaremos revisar periódicamente los elementos bíblicos de la oración aceptable (es decir, al Padre, por medio del Hijo, en fe, según la voluntad de Dios, etc.). Sin embargo, no son estos asuntos los que deseo discutir en este momento, sino que deseo ofrecer algunas observaciones relacionadas con las oraciones que se llevan a cabo en nuestras asambleas de adoración. Mi objetivo no es encontrar fallas, sino llamar la atención sobre (1) algunos de los aspectos prácticos de estas oraciones que a veces podemos pasar por alto y (2) algunos principios bíblicos que pueden aplicarse a ellos. No ofrezco mis comentarios como “ley”, sino como sugerencias fraternales, que espero sean de ayuda.
El Señor advirtió sobre el uso de “vanas repeticiones” (Mateo 6:7)
Jesús dijo que el motivo de algunos era ser “oídos por su palabrería”. Aparentemente, acumulaban las mismas palabras y frases una y otra vez, pensando “cuanto más tiempo, mejor”, para impresionar a los oyentes. Tal repetición sin sentido no tenía valor.
Creo que he escuchado algunas oraciones a lo largo de los años que podrían calificar para esta descripción. Esto podría estar ocurriendo cuando el mismo hermano hace la misma oración invariablemente cada vez que es el que guía en la oración. Es difícil no concluir que tal oración memorizada podría decirse con la mente muy divagando. También podría estar sucediendo cuando un hermano repite una sola frase varias veces en la misma oración (por ejemplo, “Te pedimos…”).
La repetición constante en la oración puede evidenciar una falta de preparación. contemplación, concentración o incluso nerviosismo extremo. La cura obvia para este problema es que el líder de oración invierta un pensamiento sincero antes de su tiempo para dirigir la oración, si es posible. Entre otras cosas, tal previsión le dará confianza y ayudará a disipar cualquier nerviosismo que pueda tener.
La mera repetición en sí misma no es vana. Nuestro Señor oró la misma oración tres veces en un lapso de tiempo muy corto en Getsemaní (Mateo 26:39–44), ninguna de las cuales fue en vano.
El Señor advirtió sobre “largas oraciones” como pretexto (Marcos 12:40)
Se admite que largo es un término relativo, pero la mayoría reconoce una oración “larga”, en comparación con una de longitud “normal.” He escuchado algunas oraciones que eran tan extensas (y de tal verbosidad) que parecían estar dirigidas más a los hombres que a Dios. Un hermano donde prediqué hace varios años divagaba y divagaba, inventando algunas palabras cada vez que dirigía una oración (un acento británico afectado, especialmente reservado para sus oraciones, hizo que la sinceridad de su oración fuera más sospechosa). Algunos miembros de esa congregación pensaron que sus oraciones eran grandiosas, así que tal vez logró su objetivo.
Todos los que dirigen oraciones públicas deben recordar mientras oramos que es Dios, no los hombres, a quien queremos impresionar y cuya atención buscamos. Las oraciones, como los sermones (como me han dicho más de una vez) no necesitan ser eternas para ser inmortales. Sin embargo, una oración no se vuelve inaceptable simplemente porque es larga. Jesús oró al menos una oración “larga” (Juan 17). El tema más importante no es la duración, sino la motivación de la oración. Las oraciones cortas también se pueden decir con una motivación incorrecta y por lo tanto, ser un mero pretexto.
Las oraciones privadas y las oraciones públicas a veces se confunden.
El líder de una oración pública debe recordar que no está presentando sólo sus peticiones personales ante Dios. Él está guiando a toda la congregación en sus peticiones combinadas. Obviamente, el líder de oración no ha tenido esto en cuenta cuando usa en su oración el pronombre de primera persona del singular, yo, en lugar del pronombre de primera persona del plural, nosotros. Cada pronombre de una oración pública que se refiera debe ser la primera persona del plural (es decir, “Nosotros [no yo] te agradecemos…”, “Nosotros [no yo] te pedimos…,” “Por favor bendícenos [no a mí]…”, et al.).
Irónicamente, los predicadores suelen ser los peores infractores en este punto. He escuchado a predicadores dirigir largas oraciones para sí mismos antes de comenzar sus sermones. No importa que algún hermano haya dirigido una oración solo tres minutos antes que incluyera al predicador. Si yo fuera ese líder de oración, inferiría de la compulsión del predicador por orar que debió haber pensado que mi oración era insípida. El predicador haría bien en hacer su oración personal en privado.
Sin ánimo de juzgar motivos, esta práctica huele a pseudo-piedad y a un aire de superioridad que busca llamar la atención sobre uno mismo. Cuando me invitan a predicar, ya sea en casa o en otro lugar, asumo que los hermanos quieren que predique. Si quieren que dirija una oración o un himno o que sirva en la mesa del Señor, asumo que me lo pedirán.
Algunos no recuerdan a quién se dirigen
Este recordatorio se aplica a quienes dirigen las oraciones en la mesa del Señor. Es común escuchar una oración similar a la siguiente: “Padre, te damos gracias por este pan/fruto de la vid, que representa tu cuerpo/sangre.” Por supuesto, no fue el cuerpo o la sangre del Padre (Él nunca tuvo ninguno), sino el de Su Hijo, quien “fue hecho carne y habitó entre nosotros” (Juan 1:14). Deberíamos decir: “Padre, te damos gracias por este pan/fruto de la vid, que conmemora el cuerpo/sangre de tu Hijo.”
Otro ejemplo de esta falla es la expresión de agradecimiento de uno hacia otros seres humanos en su oración a Dios. Varias veces antes de las comidas en los convivios, el líder de oración, después de agradecer a Dios por la comida, a veces dirá: “Agradecemos a estas hermanas que prepararon y sirvieron esta comida.” Estoy seguro de que lo que quería hacer era agradecer a Dios por esas damas trabajadoras, pero en cambio agradeció a las damas. Uno puede/debe ciertamente agradecerles directamente, pero en una oración a Dios no es el lugar para hacerlo.
Debemos evitar el síndrome del “solo”
Mientras viajo y visito congregaciones en varios lugares, con frecuencia escucho a los líderes de oración usar la palabra solo repetidamente antes de casi todas las peticiones (por ejemplo, “Solo oramos para que bendigas…,” “Solo te agradecemos por…,” “Solo te rogamos que nos perdones…,” et al.). Webster da dos sinónimos para este uso de solo: “únicamente” y “simplemente.” Si solo se usa en tales frases en el sentido de únicamente, como en “Únicamente (solo) tengo cinco centavos en mi bolsillo.” No veo la conveniencia o incluso el sentido de tal uso. Agradecer o pedirle a Dios “solo” una cosa y luego en la misma oración agradecerle “solo” una o más cosas adicionales es en realidad una tontería contradictoria.
No tiene más sentido usar solo en el sentido de simplemente, porque Webster lo define como “aparte de cualquier otra cosa”―idéntico al sentido de solo como se ilustra arriba. Sin embargo, simplemente también ha adquirido la connotación de no más que, o algo pequeño o insignificante (por ejemplo, “Simplemente te pedí que me dieras cinco centavos”). Seguramente, el líder de oración no quiere decir esto cuando ora: “Solo [simplemente] pedimos el perdón de nuestros pecados.” ¿Acaso nuestro perdón, que costó la sangre del Hijo de Dios sin pecado, no tiene más importancia de la que simplemente implica en este contexto?
Supongo que los hermanos que usan este término en sus oraciones no han considerado sus implicaciones. No conozco ninguna oración en toda la Biblia en la que se emplee este término u otro similar. He notado a lo largo de los años, mientras asistía a funerales en los que predicadores denominacionales (especialmente bautistas) dirigían oraciones, que con frecuencia usan esta terminología. Solo en años muy recientes algunos de nuestros hermanos han comenzado a usarlo. Sugiero que aquellos que han recogido solo en sus oraciones “simplemente” lo lleven de vuelta al lugar de donde vino (jerga denominacional) y lo dejen allí.
Haríamos bien en descartar la palabrería que “le ayudes a recordar”
Es común escuchar a los líderes de oración pedirle a Dios que le ayude al predicador a recordar lo que ha estudiado. Es una de esas frases memorizadas y de uso habitual que se han deslizado en nuestro “lenguaje de oración” a lo largo de los años. Durante mucho tiempo he tenido dificultades con esta expresión por dos razones: (1) lo que el líder de oración quiere decir es ambiguo en el mejor de los casos y (2) podría malinterpretarse fácilmente a favor de un concepto falso y serio.
En ningún caso que yo sepa, el hermano que ora así creía que el Señor le iba a dar al predicador poderes especiales de memoria o preparación, por encima de cualquier preparación que hubiera hecho para la ocasión. El Señor les dio a los apóstoles este mismo poder: “No os preocupéis de antemano de lo que habéis de hablar… porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo” (Marcos 13:11b). Esta promesa está ligada inalterablemente a la era milagrosa cuando el Espíritu Santo directa e inmediatamente proporcionaba este y otros poderes maravillosos, una era que pasó hace mucho tiempo con la finalización de la revelación de Dios.
En muchas ocasiones he deseado (y necesitado) tal ayuda para la memoria, pero sabía que sería inútil orar por ella. En un día en que algunos reclaman tal ayuda y fuerza directa del Espíritu, la terminología de “ayúdale a recordar,” fácilmente podría inferirse como de acuerdo con ella.
[Nota: Este manuscrito fue originalmente escrito y publicado como la columna “Editor’s Clippings” en la edición de abril de 2003 de THE GOSPEL JOURNAL, del cual yo era editor en ese momento.]
Atribución: Tomado de thescripturecache.com; Dub McClish, propietario y administrador.
Traducido por: Jaime Hernandez.