Principios para tomar decisiones morales

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[Nota: esta MS esta disponible en letra mas grandee en nuestra pagina de Espanol.]

Introducción

            Cuando hablamos de “moral”, “moralidad” y lo que es “moral”, ¿a qué nos referimos? Esta familia de palabras en español es la transliteración de un término latino, moralis, que significa “costumbre.” En el uso moderno, el adjetivo, moral (por ejemplo, comportamiento moral, valores morales, cuestiones morales, toma de decisiones morales), se refiere al carácter y comportamiento correcto o incorrecto, bueno o malo.

            El título anterior implica la existencia de al menos lo siguiente:

  1. Comportamiento “moral” (es decir, moralidad)
  2. Comportamiento “inmoral” (es decir, inmoralidad)
  3. Un estándar para discernir el comportamiento “moral” del “inmoral”
  4. La libertad de uno para elegir apegarse a un estándar de “moral
  5. Principios por los cuales uno puede tomar decisiones “morales”

Primero lo primero

            Una vez que uno ha decidido que vivirá según ciertos estándares (es decir, sus “estándares morales”), debe elegir el estándar que seguirá. Esta elección es crucial para determinar el comportamiento de uno, la “moralidad” de uno.

            Otro capítulo de este libro afirma confiadamente la existencia de una norma moral absoluta y que la Biblia es esa norma, a la cual suscribo plenamente. El material de este capítulo reconoce el estándar ofrecido, la Biblia, como el estándar infalible y absoluto del bien y el mal, y el único estándar objetivo y libre de error. Su impecabilidad radica en el hecho de que es de Dios y no de un mero hombre o de hombres. Es la revelación de Dios de Su voluntad para la humanidad (1ª Corintios 2:6-13). Más particularmente para aquellos que han vivido desde la cruz, el Nuevo Testamento de Jesucristo, el Hijo Unigénito de Dios, es esa norma de conducta tanto en la moral como en la religión (Colosenses 2:14; 3:17; Hebreos 1:1-2; 9:16-17). Solo en un estándar que no se originó con los hombres (es decir, es de Dios) puede existir (y existe) un estándar objetivo. Todos los demás reflejan prejuicios humanos, opiniones, deseos, emociones y/o las injusticias comunes al respeto de las personas. Todos los estándares que los hombres han propuesto son, en contraste con el estándar objetivo de Dios, subjetivos, afectados por tales imperfecciones y falibilidades.

            Una vez que uno ha elegido el Nuevo Testamento como su brújula moral, existen principios bíblicos (algunos declarados explícitamente, otros implícitos) que le permitirán implementar esta decisión en el nivel práctico y específico. Una discusión de estos principios es la carga de este capítulo.

El factor tentación

            El objetivo de nuestro Archi-Adversario desde el principio ha sido persuadirnos a dejar el estándar perfecto de comportamiento que Dios nos ha dado para andar en sus caminos sin principios. La tentación describe la herramienta por la cual Satanás alienta nuestra participación en satisfacer, aunque placenteras, los deseos carnales y prohibidos. Así Santiago escribió: “sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido” (Santiago 1:14). La tentación es inconcebible en ausencia de placer o ventaja de algún tipo. Donde estos elementos (o la expectativa de ellos) están ausentes, la tentación es inexistente. Cuando uno cede a la tentación, toma una decisión moral, aunque dañina y pecaminosa.

            Los impulsos con los que Dios ha equipado a la humanidad (p. ej., las necesidades de la vida, la superviviencia, la satisfacción sexual, el “afecto natural”) son innatamente inocentes, sí, buenos e incluso necesarios (Dios da sólo buenos dones—1:16 -17). La satisfacción de estos deseos fuera de los límites de Dios para ellos es el medio a través del cual Satanás tienta a los hombres. Ilustraré: Dios limita la satisfacción sexual al matrimonio (como Él lo define), identificando esta satisfacción fuera del matrimonio como “fornicación” o “adulterio” (Mateo 19:9; 1ª Corintios 7:2; Hebreos 13:4); et al.) que, si no se arrepiente, lo mantendrá a uno fuera del Cielo (1ª Corintios 6:9-10; Gálatas 5:19-21; et al.). Por el contrario, Satanás nos dice que somos libres de buscar la satisfacción sexual con cualquier persona que lo consienta, incluso con aquellas con las que uno no está casado y que hacerlo es tan aceptable como lo es dentro del matrimonio. Pablo reconoció esta peligrosa atracción del diablo cuando escribió que cada hombre debe tener su propia esposa y cada esposa su propio esposo para evitar la fornicación (1ª Corintios 7:1-2). Calificó la doctrina de “prohibir casarse” como una “doctrina de demonios” (1ª Timoteo 4:1, 3).

            Por lo tanto, un estudio de los principios de tomar decisiones morales es un estudio de la forma de confrontar y vencer nuestras tentaciones diarias de violar el código de conducta moral de Dios.

Explorando algunos principios con puntos débiles

            Los mundanos que eligen el estándar equivocado para medir su comportamiento generalmente lo hacen porque optan por los principios equivocados sobre los cuales decidir la forma en que se comportarán. Haremos bien en considerar algunas de estas reglas defectuosas y destructivas.

  1. “¿Es divertido?” o “¿Me dará placer?” es todo lo que importa, para la gran mayoría de la raza humana, cuando llega el momento de decidir sobre el comportamiento moral. Si bien esta base de comportamiento ha sido universalmente popular desde el principio (Eva creía que el fruto prohibido le traería un gran placer—Génesis 3:6). Epicuro, un filósofo del siglo IV a.C. lo codificó y le dio un nombre: Epicureísmo. Esta filosofía es totalmente materialista (niega a Dios y la vida después de la muerte) y sostiene que el bien supremo se basa en buscar el placer y evitar el dolor en el presente. Este enfoque de la moral y la vida en general aparentemente era algo común en el Corinto del primer siglo. De esta manera, Pablo argumenta que, si no hay resurrección de los muertos (como afirmaban algunos en Corinto), entonces “comamos y bebamos, porque mañana moriremos” (1ª Corintios 15:12, 32) (en otras palabras, Epicuro acertó). Este código de conducta sostiene lógicamente que nada está “fuera de los límites” siempre que resulte en placer o en evitar el dolor. Uno puede ver fácilmente que es al menos un primo hermano del hedonismo.

            Quizás lo más parecido a una encarnación moderna del epicureismo es el humanismo secular. Paul Kurtz, uno de sus principales líderes y defensores durante las últimas décadas, escribió lo siguiente en 1980:

Como humanistas seculares creemos en la importancia central del valor de la felicidad humana aquí y ahora. Nos oponemos a la moralidad absolutista, pero mantenemos que los estándares objetivos emergen y los valores y principios éticos pueden descubrirse en el curso de la deliberación ética (Kurtz, énfasis añadido).

            Durante los primeros 175 años de su existencia, nuestra nación, quizás más que cualquier otra (al menos en los tiempos modernos), resistió al epicureísmo, debido principalmente a la creencia general en Dios y al conocimiento y reverencia por la Biblia entre sus ciudadanos. Sin embargo, todo eso comenzó a cambiar rápidamente en la década de 1960, simbolizado por el credo de los hippies radicales y antisistema: si se siente bien, ¡hazlo! Sin embargo, este movimiento malévolo no surgió repentinamente. Los humanistas en altos puestos habían estado sembrando las semillas de este venenoso cambio cultural durante décadas.

            Los magnates humanistas en la educación pública promulgaron políticas y planes de estudios que resultaron en la eliminación de la influencia bíblica de las escuelas públicas y los teólogos humanistas produjeron pulpiteros por miles que convencieron a sus congregaciones de que la fe de sus padres en la Biblia estaba mal fundada. La moral bíblica había contenido durante generaciones la avalancha de indecencia e inmoralidad. Con la ruptura de esa presa, casi nos hemos ahogado en la inundación del abandono moral. Pablo describió bien esta base disoluta de comportamiento: “el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal” (Filipenses 3:19). La perdición no señala un final agradable para tal vida. El principio ¿Es divertido? resultará en un destino que será cualquier cosa menos “divertido.”

  1. “¿Es provechoso?” o “¿Qué beneficio hay para mí?” es el principio rector del comportamiento de muchos. Al igual que Scrooge McDuck de los famosos dibujos animados, esta gente tiene signos de $ en los globos oculares. La honestidad y la integridad son conceptos extraños para ellos. Sin embargo, esta máxima abarca más que el mero dinero. El orgullo, el prestigio, la popularidad y el poder son compañeros de viaje frecuentes con una codicia absoluta. Nuestra existencia continua como nación de personas libres en una república constitucional está seriamente amenazada por muchas fuerzas, entre ellas una gran cantidad de funcionarios electos y/o sus designados políticos que viven de acuerdo con esta regla. Muchos están dispuestos a participar en casi cualquier tipo de comportamiento maligno sin pensarlo dos veces si ven una ventaja egoísta. Entre estos están los traficantes de licores y los traficantes de drogas a quienes no les importa que sus acciones destruyan la vida de multitudes. El proxeneta que gobierna a sus prostitutas y las “acompañantes” o “escorts” de mucho dinero que venden sus cuerpos a los ricos y famosos solo están interesados en los ingresos. En esta clase están los televangelistas picaros que engañan a las masas crédulas con sus curaciones falsas y lenguas falsas para que puedan vivir el estilo de vida de los reyes. Pablo describió bien a todos los que viven con la riqueza como motivo:

Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero (1ª Timoteo 6:9-10a).

            Una vez más, la perdición es la descripción del Espíritu Santo del futuro infeliz de aquellos que sirven a las riquezas en lugar de a Dios.

  1. “¿Es lícito?” es una base más honorable para tomar decisiones morales que las anteriores (los amantes del placer y del dinero rara vez se detienen a ponderar la legalidad de su conducta). Mientras las leyes humanas no contradigan la ley divina (Hechos 5:29), debemos obedecer las leyes humanas (Romanos 13:1-7). Nuestro mundo sería un lugar mucho mejor si todos los hombres fueran ciudadanos respetuosos de la ley. Sin embargo, el mero uso de las leyes humanas como nuestra base para las decisiones morales es un grave error porque vivir dentro de la ley no equivale a la rectitud moral. Es casi universalmente legal vender y consumir bebidas alcohólicas. La prostitución es legal en muchas áreas del mundo y en algunos lugares de nuestra nación. Varias formas de juego no solo son legales, sino que los funcionarios estatales las fomentan enérgicamente. La sodomía, una vez casi universalmente ilegal en nuestra nación, ahora es universalmente legal. Las leyes de divorcio “sin culpa” permiten lo que el Señor prohíbe, excepto la fornicación (Mateo 19:9). Es evidente a partir de estas pocas ilustraciones que esta prueba tiene fallas importantes. Todos estos defectos surgen de una raíz: todos los sistemas de leyes humanas son subjetivos, temporales y mutables. Están sujetos a cosas tales como cambios en los legisladores, influencias culturales y presiones públicas.

Explorando algunos principios confiables

Declaraciones explícitas de las Escrituras

            Cuando el estudiante de la Biblia comienza a considerar los principios que lo ayudarán a tomar decisiones morales, le vienen a la mente varios pasajes. Algunos de estos pasajes son de naturaleza preventiva, los cuales, si los seguimos, nos ayudarán a evitar muchas tentaciones (cada tentación que podemos evitar significa una decisión moral que no tenemos que tomar). Otras de estas declaraciones bíblicas tienen que ver con tomar una decisión al momento de confrontar la tentación. Considere lo siguiente:

  1. “Velad y orad, para que no entréis en tentación” (Mateo 26:41). Jesús pronunció estas palabras en Getsemaní al trío de apóstoles dormidos. Si bien nadie volverá a estar en esas circunstancias, no obstante, podemos extraer el principio de que, al unir el conocimiento de las artimañas de Satanás con nuestras oraciones fervientes, podemos evitar al menos algunas tentaciones. La oración modelo de Jesús contiene la frase análoga: “Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal” (6:13).
  2. “No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres” (1ª Corintios 15:33). Uno no puede excusarse razonablemente de sucumbir a la tentación de beber licor y participar en la inmoralidad si corre con aquellos que frecuentan bares y “clubes de caballeros.” Es necio el que busca, en lugar de evitar, escenarios en los que sabe que abunda la tentación. Con respecto a las mujeres lascivas, Salomón aconsejó a su hijo: “Aleja de ella tu camino y no te acerques a la puerta de su casa” para no marcharse “tras ella, como va el buey al degolladero y como el necio a las prisiones para ser castigado” (Proverbios 5:8; 7:22). Dado que evitar tales lugares y personas evitará muchas tentaciones, se concluye que elegir como compañeros más cercanos y confidentes a los que se esfuerzan por servir fielmente al Señor tendrá el mismo resultado: “Los compañeros justos o buenas conversaciones aumentan las buenas costumbres.”
  3. “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1ª Pedro 5:8). Un enfoque sobrio de la vida (después de todo, la vida es más que una fiesta), junto con la vigilancia de la prevalencia de la determinación de Satanás de destruirnos, nos ahorrará muchas tentaciones.
  4. Con respecto al diablo, Pedro continuó diciendo, “al cual resistid firmes en la fe” (5:9). Incluso cuando uno toma todas las precauciones, Satanás encontrará formas de atacarnos y asaltarnos con sus “dardos de fuego” (Efesios 6:16). Cuando se confronta así, la regla general es resistir y luchar. El pasaje clásico sobre tomar una posición audaz es la analogía del “soldado cristiano” de Pablo en Efesios 6:10-17. Solo cuando nos vestimos (observen, por favor, el Espíritu Santo no se pone ninguna parte de ella por nosotros) con “toda la armadura de Dios” podemos ser capaces de “estar firmes contra las asechanzas del diablo” y desviar sus “dardos de fuego”) (6:10-13, 16). No deberíamos sorprendernos de que tantos santos caigan cuando Satanás hace su lanzamiento. Están desprovistos de la armadura protectora que el Espíritu Santo proporciona a través de Su Palabra y su descuido los deja con poco más que un cuchillo de mantequilla como arma, en lugar de la afilada “espada del Espíritu” de dos filos (6:17; Hebreos 4:12). Santiago aconseja: “resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4:7).
  5. Aunque la regla general es resistir y luchar cuando Satanás nos tienta, en algunas circunstancias, la sabiduría celestial dicta huir en lugar de luchar. Varios pasajes así lo mandan. Los santos gentiles de Corinto procedían de un entorno (y aún vivían en) una atmósfera en la que la fornicación y la idolatría eran prácticamente la norma (1ª Corintios 6:9-11). No debían quedarse ni siquiera para pelear cuando Satanás los tentara a reanudar esos comportamientos desenfrenados y prohibidos. Por lo tanto, Pablo ordenó: “Huid de la fornicación” (6:18), y “huid de la idolatría” (10:14). José sabiamente no se entretuvo ni trató de razonar con la esposa de Potifar cuando ella trató de forzarlo a caer en su lecho de iniquidad, pero “dejó su ropa en las manos de ella, y huyó y salió” (Génesis 39:12). No huir de tales tentaciones en el momento de su aparición bien podría ser desastroso.

       Después de discutir la destructividad del amor al dinero, Pablo instó a Timoteo: “Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas” (1ª Timoteo 6:11a). Más tarde advirtió al joven predicador que “Huye también de las pasiones juveniles” (2ª Timoteo 2:22a). Nuevamente, en algunas circunstancias y tentaciones, la decisión moral correcta (y segura) es correr para salvar la vida.

  1. Entre las medidas preventivas más eficaces con respecto a la tentación y las decisiones morales está la participación en actividades justas y saludables. Si bien las Sagradas Escrituras no contienen la frase exacta, Una mente ociosa es el taller del diablo, está ahí en principio. En los dos pasajes anteriores en los que Pablo exhortó a Timoteo a huir, inmediatamente lo instó a “seguir” cosas tales como la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre y la paz (1ª Timoteo 6:11; 2ª Timoteo 2:22). Los expositores de la Biblia han observado durante mucho tiempo que “en el tiempo que salen los reyes a la guerra … David se quedó en Jerusalén” (2º Samuel 11:1). Si hubiera estado donde el deber lo requería (en el campo con sus tropas), nunca habría visto y enviado a buscar a Betsabé, lo que lo llevó a agravar su pecado al asesinar a Urías. Su ociosidad trajo vergüenza sobre sí mismo, su nación y Dios.

       En una breve parábola, Jesús habló de un espíritu inmundo que salió de su anfitrión, pero luego regresó para encontrar su lugar anterior “desocupado, barrido y adornado.” Este espíritu maligno entonces encontró siete espíritus peores que él, y todos entraron, haciendo que el estado del hombre fuera mucho peor que antes (Mateo 12:43-45). La naturaleza desprecia el vacío y siempre busca llenar lo que está vacío. Es así en el reino espiritual, también. Ninguna vida estará desprovista tanto del bien como del mal, sino que estará llena de uno u otro. Estar “creciendo en la obra del Señor siempre” (1ª Corintios 15:58) es una poderosa medida preventiva con respecto a la tentación y las inevitables decisiones morales que debemos tomar.

  1. El salmista sabía algo sobre el papel de la prevención en la toma de decisiones morales cuando escribió: “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti” (Salmo 119:11). Entendemos la base de la medida preventiva anterior de la descripción familiar y amplia de Pablo de la Palabra de Dios:

Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra (2ª Timoteo 3:16-17).

       El cristiano que asiste esporádicamente a su clase bíblica y a las asambleas de adoración, rara vez (o nunca) lee su Biblia en casa, y nunca piensa en comprar o leer libros complementarios o publicaciones periódicas que lo ayuden a aumentar su comprensión bíblica; no tiene excusa alguna para caer rápidamente “cuando Satanás lo tienta con fuerza.” De hecho, su misma negligencia de estos elementos fundamentales de disuasión del pecado demuestra que ya ha sucumbido a los pecados de la pereza y la negligencia, si nada más. Incluso aquellos que aumentan constantemente su conocimiento bíblico a veces se ven en apuros para resistir al archienemigo. Los ignorantes de la Biblia no tienen ninguna posibilidad.

Principios de “sentido común” implícitos en las Escrituras

            La Palabra de Dios implica algunos principios que son útiles para llegar a decisiones correctas con respecto a lo correcto o incorrecto de un comportamiento determinado. Pasemos ahora a estos, que se enmarcarán en forma de preguntas por las cuales uno puede medir sus acciones.

  1. “¿Cómo me afectará esto?” Las exhortaciones de Pablo a los ancianos de Éfeso (“mirad por vosotros”; Hechos 20:28) y a Timoteo (“Ten cuidado de ti mismo”; 1ª Timoteo 4:16) implican lo apropiado de esta pregunta. Nuestros cuerpos constituyen “un templo del Espíritu Santo”, y debemos usarlos para glorificar a Dios (1ª Corintios 6:19-20). Debemos ofrecer a Dios nuestros cuerpos como “sacrificio vivo” que sea santo y agradable (Romanos 12:1). Los dos pasajes mencionados anteriormente se relacionan especialmente con el autoexamen y el autocuidado con respecto a nuestra salud espiritual. Jesús identificó el mandamiento que es el “principal”:

Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas (Marcos 12:29-30).

       En esta declaración indicó que todo el ser de cada uno de nosotros debe estar involucrado en expresar nuestro amor y devoción a Dios.

       Por lo tanto, es necesario que nos preguntemos ante cualquier práctica en duda, “¿Cómo me afectará esto?” ¿Beber alcohol o usar tabaco fortalecerá mi cuerpo para un mayor servicio? ¿Esta o aquella práctica me debilitará espiritualmente? ¿Lo que estoy a punto de hacer corromperá mi mente? Si debo responder con respecto a la práctica bajo consideración que me dañará, me debilitará, me tentará o me convertirá en un siervo infiel de Jesús, entonces no me atrevo a hacerlo.

  1. “¿Cómo afectará esto a los demás?” No solo debo considerar el efecto que un acto determinado tendrá sobre mí, sino también la forma en que puede influir en los demás. Si bien no todas las personas tienen la misma cantidad de influencia (es decir, los roles de liderazgo la amplifican), incluso los menos conocidos no pueden escapar de su impacto en los demás. Pablo quería que Timoteo fuera consciente de que otros seguirían el patrón de vida que veían en él. Por lo tanto, encargó al joven evangelista: “sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza” (1ª Timoteo 4:12). La influencia puede ser fuerte y prolongada. Abel ofreció su sacrificio autorizado por lo menos 4000 años antes de que se escribiera la epístola a los Hebreos, sin embargo, su escritor inspirado declaró que por su ofrenda Abel “aún habla” (Hebreos 11:4). Jesús enseñó que la influencia dañina está cargada de terribles consecuencias:

Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar. ¡Ay del mundo por los tropiezos! porque es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo! (Mateo 18:6-7).

       Pablo enfatizó esta misma verdad incluso sobre un comportamiento que es inocente en sí mismo, pero cuya práctica llevaría a un hermano débil a pecar al participar en él y violar su conciencia. Advirtió, “sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano” (Romanos 14:13). No confundamos el significado de Jesús y Pablo en estos pasajes. El que es llevado a tropezar en este pasaje no es simplemente el que no le gusta, se queja, critica o se queja de mi comportamiento, sino el que peca a causa de mis acciones.

Incluso si uno es tan duro como para no preocuparse de beber licor, frecuentar bares, participar en fornicación o abandonar las asambleas de la iglesia y acarrear la ira de Dios sobre sí mismo, es insensible más allá de lo creíble, no importarle, la influencia destructiva que tiene sobre sus propios hijos, amigos más cercanos u otras personas cercanas y queridas para él. Los cristianos (particularmente las mujeres) que excusan su práctica de desfilar con ropa que cubre poco más que ropa interior, a veces lo excusan diciendo: “No me molesta ni viola mi conciencia.” Por lo tanto, ignoran el efecto dañino que puede tener sobre los demás (particularmente sobre los hombres).

       Pablo concluyó: “Por lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano” (1ª Corintios 8:13). Si esta es la prueba digna y segura con respecto a una práctica opcional (es decir, comer carne), cuánto más digna es en referencia a asuntos dañinos o incluso cuestionables.

  1. “¿Pasará la prueba de la publicidad?” ¿Querría ocultar estas palabras o este acto de la vista del público? ¿Por qué la mayor parte de la bebida, la inmoralidad, el crimen y otras actividades impías semejantes tienen lugar durante las horas de oscuridad y en lugares que no están bien iluminados? Jesús respondió a esta pregunta diciendo que:

“Los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas” (Juan 3:19-20).

       Los que no tienen nada que esconder y que no se avergüenzan de su comportamiento no se escabullen ni buscan el amparo de la oscuridad para sus obras. Jesús también señaló este punto: “Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios” (3:21). El pueblo fiel del Señor debe vivir de modo que sean la “luz del mundo” que otros ven y por lo cual glorifican a Dios (Mateo 5:14-15).

       Que un joven no quiera que sus padres se enteren de lo que ha hecho o está haciendo es una señal de peligro. Si uno se va a sentir obligado a mentir sobre su comportamiento, no debería hacerlo. ¿Se sentiría avergonzado si sus ancianos o su predicador supieran lo que está haciendo o pensando hacer? ¿Tendría que mantener este comportamiento en secreto de su esposo, su esposa o sus hijos? Incluso si uno fuera capaz de mantener su comportamiento en un profundo y oscuro secreto de cualquier otro ser humano, Dios todavía ve y sabe: “Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” (Hebreos 4:13). Si lo que planeo hacer no pasa la “prueba de la publicidad,” no me debo atrever a hacerlo.

  1. “¿Pasará la prueba universal?” Hay muchas cosas que los hombres pueden hacer que son universalmente encomiables, sanas y beneficiosas. Dios desea que todos los hombres no sólo escuchen el Evangelio, sino que también lo crean y se sometan al bautismo para ser salvos (Marcos 16:15-16). Él quiere que todos los hombres conozcan la Verdad y sean salvos (1ª Timoteo 2:4) y que “lleguen al arrepentimiento” (2ª Pedro 3:9). La práctica mundial de la religión que es “pura y sin mácula” (Santiago 1:27) sería una gran bendición para nuestro planeta. Pablo elogió los beneficios universales de los nueve frutos del Espíritu diciendo: “contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22-23). Todo lo anterior sería una bendición inconmensurable para nuestro mundo cargado de pecado, al igual que muchas otras prácticas generales.

       Sin embargo, si uno está haciendo o contemplando hacer algo sobre lo que alberga la más mínima duda, la “prueba universal” lo ayudará a decidir, si es honesto. ¿Qué pasaría si cada persona en la tierra hiciera lo que estoy pensando hacer? ¿Haría al mundo mejor o peor, más justo o más impío? ¿Me gustaría que mis padres o mis hijos hicieran esto? ¿Qué pensaría de mis ancianos si hicieran esto? ¿Seguiría respetando a mi predicador si hiciera esto? ¿Seguiría respetando a las esposas de mis ancianos y del predicador si lo hicieran? ¿Aumentaría o disminuiría el respeto por la congregación en la comunidad si todos los miembros hicieran esto? Repase la lista de beber, fumar, bailar, fornicar, hablar mal, mentir, ver pornografía, ira al volante, no asistir a las reuniones y muchas otras cosas. Luego pregunte si el mundo sería un lugar mejor si todos se comportaran así. Si no es bueno para mis padres o hijos, mis ancianos, mi predicador, toda la iglesia, toda la ciudad, el estado, la nación o el mundo, no es bueno para nadie del pueblo del Señor.

  1. “¿Pasará la prueba de la oración?” ¿Puede pedir la bendición de Dios sobre lo que está pensando hacer? ¿Puede pedirle que esté contigo en el lugar al que piensa ir? Si hace lo que está pensando hacer, ¿puedes seguir la directriz de Pablo con respecto a la oración de que: “sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Filipenses 4:6)? Participar deliberadamente en una actividad, sabiendo que no puede suplicarle a Dios que lo bendiga al hacerlo, es una afrenta intencional a Él. Tal comportamiento equivale a rebelión hacia el Creador. Representa la exaltación de la propia voluntad por encima de la voluntad de Dios, siendo así una forma de “adoración voluntaria” (Colosenses 2:23) y haciendo que uno “peque voluntariamente” (Hebreos 10:26). Si la práctica presente o contemplada de uno no pasa la “prueba de la oración,” dejará de interesarse en ella inmediatamente si es sincero acerca de estar finalmente en el Cielo.

Conclusión

            La tentación es una realidad para cada uno de nosotros mientras estemos en el estado terrenal de nuestras vidas. No terminará para todos los hombres hasta que “el dragón, la serpiente antigua, que es el Diablo y Satanás” sea finalmente arrojado al lago de fuego y azufre y estemos seguros dentro de los muros de jaspe de la ciudad dorada (Apocalipsis 20:2, 10; 21:18). Si bien la tentación es inevitable, ceder a ella no lo es. Lo que Pablo escribió a los corintios a este respecto debe haberlos alentado, como debería habernos animado a nosotros:

No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar (1ª Corintios 10:13).

            Los principios, las pruebas y las preguntas discutidas anteriormente nos permitirán encontrar esa “vía de escape” providencial y tomar las decisiones correctas con respecto a nuestro comportamiento si las aplicamos.

Obras citadas

RV1960 Usada siempre, al menos que se indique lo contrario.

Kurtz, Paul. “A Secular Humanist Declaration.” Free Inquiry. Winter 1980–81.

https://secularhumanism.org

 

[Nota: este manuscrito fue escrito y presentado en las Bellview Lectures del 11 al 15 de junio de 2011, organizadas por Bellview Church of Christ, Pensacola, FL. Fue publicado en el libro de conferencias, Problemas morales que enfrentamos, editado por Michael Hatcher.]

Atribución: de thescripturecache.com; Dub McClish, propietario y administrador.

Traducido por: Jaime Hernandez.

Author: Dub McClish

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