¿Ama a Jesús?

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El apóstol Pablo le dio importancia a la pregunta anterior al escribir: “El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema…” (I Corintios 16:22). Anatema significa “maldito,” por lo tanto, bajo la condenación de Dios. Antes, Pablo explicó que el amor por los demás se define por la acción, en lugar de simplemente por palabras (13:4–7; cf. I Juan 3:18). Este principio no es menos cierto con respecto al amor de uno por Cristo. El Nuevo Testamento proporciona algunos puntos de referencia mediante los cuales podemos medir nuestro amor (o falta de él) para Dios y su Hijo.

  • No debemos amar al mundo: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (I Juan 2:15). El mundo aquí no es la tierra o sus habitantes, sino el comportamiento de un mundo separado de Dios por el pecado. La mayoría de la gente vive para sí misma en lugar de honrar a Jesús. No existe el amor de Él en tales vidas.
  • Debemos amarnos unos a otros: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso…” (I Juan 4:20a; 2:9). Mientras que el hermano aquí se refiere a los hermanos cristianos, todo ser humano es un “hermano” en la familia humana. Tal como Dios amó a toda la humanidad (Juan 3:16), así deberíamos hacerlo nosotros. Amar a los demás no es necesariamente afecto o asociación cercana, sino buscar sus mejores intereses, incluso de nuestros enemigos (Mateo 5:44).
  • Debemos amar las cosas que Él amó. Los que afirman amar a Jesús y permanecer en Él, deben “andar como él anduvo” (I Juan 2:6). Si uno no ama la Verdad, la justicia o las almas de los hombres, es un hipócrita que dice amar al Señor que amó todo esto. El que dice: “Jesús, sí, pero la iglesia, no”, confiesa su falta de amor por Jesús; Él “amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (Efesios 5:25).
  • Debemos guardar Sus mandamientos: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15; cf. 21). Esta simple prueba abarca todo, separa al discípulo sincero/serio del hipócrita que finge. Aunque los teólogos han tratado de quitar casi todo vestigio de ley o autoridad del Evangelio, estas palabras de Jesús no han cambiado. También enfatiza la necesidad de obediencia en el mismo contexto: “El que me ama, mi palabra guardará…” (v. 24a). Cuando Jesús concluyó su Sermón del Monte, dijo que no son los que simplemente lo llaman “Señor”, sino los que obedecen la voluntad divina, quienes serán salvos (Mateo 7:23). Jesús ofrece la salvación eterna ” para todos los que le obedecen” (Hebreos 5:9).

            Por estos criterios divinos ¿usted ama a Jesús?

[Nota: Este artículo fue escrito para y publicado en el Denton Record-Chronicle, Denton, TX, el 18 de diciembre de 2015]

Reconocimiento: Tomado deTheScripturecache.com, propiedad y administrado por Dub McClish.

Traducido por: Jaime Hernandez.

 

Author: Dub McClish

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