Manual básico sobre el significado de la fe

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Introducción

            Difícilmente hay un tema más importante a contemplar por la humanidad—y que lo comprenda— como es el de la fe. Es un tema (y una palabra) que los hombres abusan y mal usan ampliamente. Este malentendido es especialmente evidente en cómo se relaciona la fe con la obediencia, la salvación y el conocimiento. El tema de la fe es tan básico que, si uno se desvía de él, lo hará para su propia condenación eterna.

El lugar de la fe en el sistema cristiano

            La fe es fundamental y básica para la religión de Cristo―el punto de partida del cual el hombre se acerca a la Deidad: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6). Jesús dijo: “Porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis” (Juan 8:24). Por lo tanto, la fe es el punto de partida de la respuesta del hombre al mensaje de Dios: “El que creyere [es decir, el Evangelio, v. 15] y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado” (Marcos 16:16).

            La fe y la creencia son tanto la respuesta básica que Dios requiere que uno u otro se usa a menudo como una sinécdoque (es decir, una parte que representa el todo) para todo lo que uno debe hacer para reconciliarse con Dios. El arrepentimiento(Hechos 17:30), la confesión (de la propia fe) (Romanos 10:9-10) y el bautismo (1ª Pedro 3:21) se usan todos de la misma manera.

            Los defensores de la salvación “por fe sola” evidentemente aplican mal Juan 3:16 en un esfuerzo por promover su herejía. Si este texto incluye solo el aceptar a Cristo en la mente, excluye todo lo demás (por ejemplo, el arrepentimiento y la confesión, y una vida de fidelidad, así como el bautismo, que los adherentes a la “fe sola” tanto desprecian).

            Muchos pasajes enseñan la salvación por la fe, pero ninguno solo por la fe. Creer que Juan 3:16 simplemente representa todo lo que el hombre debe hacer para ser salvo eternamente, porque todas esas condiciones son expresiones de fe, así como el rechazo de cualquiera de ellas es una demostración de incredulidad. El informe de Pablo y Bernabé al final de su primer viaje de predicación Hechos 14:27 (“Y habiendo llegado, y reunido a la iglesia, refirieron cuán grandes cosas había hecho Dios con ellos, y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles”) proporciona una ilustración adicional de este uso de la fe.

            Además, cuando el carcelero de Filipos preguntó a Pablo y Silas qué debía hacer para ser salvo, primero le dijeron: “Cree en el Señor Jesucristo” (Hechos 16:31). Un poco más de lectura revela que ellos (1) le enseñaron el Evangelio al carcelero y a su familia (v. 32), sobre lo cual él (2) manifestó su arrepentimiento lavándoles las heridas (v. 33a), y fue bautizado de inmediato, aunque era pasada la medianoche (vv. 25, 33b). Solo entonces Lucas los describe como habiendo “creído en Dios” (v. 34).

            Otros numerosos pasajes usan fe y/o creencia para referirse a lo que los hombres habían hecho para ser salvos y añadidos a la iglesia, todas esas condiciones se subsumen bajo una u otra de estas palabras (p. ej., Hechos 10:45; 13:12; 15:5; 17:12; et al.).

            Después de Pentecostés, los hombres inspirados usan consistentemente creyente y los que creen en referencia a aquellos que habían obedecido el Evangelio, habían sido agregados a la iglesia y por lo tanto se habían convertido en discípulos, cristianos, hermanos, santos, hijos de Dios (p. ej., Hechos 5:14). 1ª Corintios 14:22; 1ª Tesalonicenses 1:7; 2:10, 13; 1ª Timoteo 4:12; 6:2; et al.). Todos esos usos de fe y creencia son ejemplos de la fe “subjetiva,” la que proviene del interior de los hombres cuando reaccionan al Padre, a Cristo y al Espíritu Santo a través del Evangelio.

            El Nuevo Testamento a menudo se refiere al Evangelio como “la fe” en un sentido objetivo. Cuando se usa así, la fe se refiere a todo el cuerpo de doctrina en el que los hombres deben poner su fe. Tenga en cuenta las siguientes ilustraciones de este significado (énfasis DM):

  • “Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe” (Hechos 6:7).
  • “Confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (14:22).
  • “Velad, estad firmes en la fe; portaos varonilmente, y esforzaos” (1ª Corintios 16:13).
  • “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13).
  • “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 3).

            La fe personal en la fe es la base de una vida que agrada a Dios después de la obediencia al Evangelio: “Porque por fe andamos, no por vista” (2ª Corintios 5:7). El siguiente principio es eterno: “Más el justo por su fe vivirá” (Habacuc 2:4; Romanos 1:17). El fundamento de las “virtudes cristianas” es la fe (2ª Pedro 1:15).

            La fe es tan básica que Pablo escribió que la ley de Moisés era una “ley de obras”, y el Evangelio es una “ley de fe” (Romanos 3:27). (Tenga en cuenta que Pablo describe el Evangelio como “ley,” sin duda para disgusto de las voces de “toda gracia―sin ley” entre aquellos que se han apartado de nosotros).

Lo que no es la fe

            Fe, como muchas otras buenas palabras, ha sido mal definida.

  1. Algunos equiparan la fe con las ilusiones: “Un pastel en el cielo por siempre.” En este concepto erróneo, la “fe” no tiene una realidad sobre la cual descansar. La existencia de Dios, Cristo, la Biblia y el Cielo son cosas que uno desea que sean reales y en las que quiere creer tanto que uno se convence a sí mismo de que existen.
  2. Algunos separan completamente la fe del conocimiento. Para ellos la “fe” va más allá del conocimiento, empieza donde cesa el conocimiento. Para estos maldefinidores, “fe” es el proverbial “salto en la oscuridad.”
  3. Muchos conciben la “fe” salvadora como una mera aceptación intelectual de ciertos hechos bíblicos (p. ej., la existencia de Dios, la Deidad de Cristo). Aunque tal reconocimiento de la enseñanza bíblica es el punto de partida de la fe salvadora, está lejos de ser su final (como se señaló anteriormente).
  4. Algunos ven la fe como creer en cosas que posiblemente pueden existir. En consecuencia, algunos alegan que, si bien no podemos probar empíricamente la existencia de Dios, su existencia es más probable que improbable. Esta mala interpretación de la fe constituye el agnosticismo.
  5. Otros conciben a los creyentes como aquellos que ignoran la evidencia con la que no están de acuerdo. Los escépticos a menudo ven así la fe bíblica. Sin embargo, la mejor demostración de esta aberración de la fe es el evolucionista, que desafía, niega y denigra el enorme cuerpo de evidencia que valida la Biblia y combate sus hipótesis irracionales.

            Si bien, la lista anterior no es exhaustiva, es representativa de los principales malentendidos de la fe.

Qué es la fe

            La fe bíblica tiene que ver con los elementos de creencia, confianza, seguridad y convicción. Hebreos 11:1 nos ayuda a ver la verdadera naturaleza y significado de la fe: “Es, pues, la fe la certeza [la sustancia, KJV] de lo que se espera, la convicción [la evidencia, KJV] de lo que no se ve.” Seguridad, sustancia, convicción y evidencia son términos fuertes de certeza. Una seguridad o certeza sustenta la realidad de las cosas que esperamos, aunque ahora no podemos verlas físicamente. Esta certeza y seguridad implican evidencia suficiente para convencer a uno de que las cosas que esperamos son hechos y no fantasías.

            La fuente de evidencia adecuada de la razonabilidad de nuestras esperanzas espirituales es la Biblia: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). ¿Cómo engendró fe el mensaje de los apóstoles y otros profetas del Nuevo Testamento en los incrédulos del primer siglo? Presentaron pruebas convincentes e innegables que confirmaron su mensaje. La “gran salvación” que predicaban,

…habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad (Hebreos 2:3-4).

            Este principio es evidente en la declaración de Nicodemo: “Sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él” (Juan 3:2).

            Dado que la era de tales señales, prodigios y milagros ha cesado, ¿cómo desarrollan los hombres la fe ahora? El registro escrito de los milagros bíblicos proporciona la misma evidencia de la autenticidad del mensaje que los milagros reales. El mensaje no ha cambiado, por lo que los milagros que lo confirmaron hasta su finalización lo confirmarán efectivamente a partir de ahora. Las palabras de Juan son instructivas justo aquí:

Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre. (Juan 20:30-31, énfasis DM).

            Aparentemente, Juan estaba escribiendo para beneficio de aquellos que no habían visto ninguna de las señales de Jesús. Por lo tanto, escribió un registro de algunas de esas señales para que pudieran creer en Cristo y ser salvos. Si el registro escrito tenía poder confirmatorio antes del final del primer siglo, tiene el mismo poder indefinidamente.

            La fe no está más allá del conocimiento ni es antagónica a él, sino que en realidad es otra forma de conocimiento o medio para alcanzarlo. El relato del pueblo de Samaria demuestra este hecho. Al principio los samaritanos “creyeron en él [Jesús] por la palabra de la mujer” (Juan 4:39). Más tarde, Jesús entró en Samaria y enseñó a la gente, a lo que dijeron: “Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo” (Juan 4:42). La evidencia creó la fe y el conocimiento.

            En Pentecostés, Pedro le recordó a la multitud las “maravillas, prodigios y señales” de Jesús (Hechos 2:22), proclamó su resurrección (v. 32), y luego les hizo reflexionar sobre las poderosas señales que acompañaron al bautismo de los apóstoles en el Espíritu Santo (v. 33). Pedro también aplicó apropiadamente varias profecías (vv. 17–21; 25–28; 34–35). Luego los desafió a creer, basado en evidencia sólida: “Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo” (v. 36, énfasis en MD). Algunos habían presenciado algunas de las señales de Jesús, pero los de naciones lejanas (vv. 9–11) no podrían haberlo hecho. Quizás la mayoría de ellos habían visto algunos de los milagros en Pentecostés. Sin embargo, ninguno de ellos había presenciado la resurrección, la ascensión, la coronación de Cristo, pero Pedro dijo que podían saber todas estas cosas con certeza. Los incrédulos asesinos se convirtieron en creyentes arrepentidos.

            El versículo 37 es una confesión implícita de su fe: “Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?” Pedro describió su nueva fe como algo que ahora “sabían con certeza.” Dios nunca ha pedido a los hombres que crean en nada ni en nadie aparte de la evidencia adecuada.

Conclusión

            Nunca debemos dejar de enfatizar ante un mundo de “creyentes” confundidos que la fe salvadora es siempre fe obediente (énfasis a continuación, DM):

Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres (Hechos 8:12).

Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados (Hechos 18:8).

            El único tipo de fe que logra algo está basado en la evidencia bíblica, es una “fe que obra por el amor” (Gálatas 5:6).

[Nota: Escribí este manuscrito y apareció originalmente en “Editorial Perspective” en la edición de mayo de 2003 de THE GOSPEL JOURNAL, de la cual yo era editor en ese momento.]

Atribución: Tomado de thescripturecache.com; Dub McClish, propietario y administrador.

Traducido por: Jaime Hernandez.

 

Author: Dub McClish

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