La autoridad en la religión

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            Sólo dos fuentes de autoridad existen en la religión. La autoridad o es “del cielo [Divino] o de los hombres [humano]” (Mateo 21:25). Las autoridades humanas son consistentes en cosas como decisiones de un hombre o un consejo/convención de hombres, libros de credos, el voto mayoritario y la conciencia personal. Tales fuentes no constituyen un “estándar” en absoluto, ya que son todas subjetivas, que surgen de los pensamientos, deseos, filosofías y caprichos de los hombres.

Las “autoridades” humanas en religión producen división y confusión doctrinal, prácticas no autorizadas y el respaldo a cosas como la inmoralidad sexual y la perversión, la bebida y el juego. Jeremías declaró la falacia de confiar en la autoridad humana en cuanto a la religión: “Conozco, oh Jehová, que el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos” (Jeremías 10:23).

La religión correcta exige un estándar objetivo, uno que se origine fuera del pensamiento humano, los deseos y las opiniones. Sin esa norma objetiva, los hombres vagan desesperadamente en el relativismo donde no existe la verdad y el error, el bien y el mal. La Biblia es en verdad esa norma objetiva. Si bien aproximadamente cuarenta hombres fueron empleados en su escritura, no escribieron sus propias filosofías y pensamientos. Ellos hablaron ” no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu” (I Corintios 2:13). La Biblia vino de hombres de Dios que “hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (II Pedro 1:21).

La Biblia revela a nuestro Creador y la voluntad de Él para su creación racional. No podríamos conocer la voluntad o el plan de Dios para nosotros sin la revelación de este misterio a través de los hombres inspirados por el Espíritu Santo (I Corintios 2:7–10). Nadie sabría nada sobre cómo adorar a Dios de la manera que Él quiere sino se tuviera el Nuevo Testamento. Aparentemente, muchos piensan que Dios está obligado a aceptar lo que quieran ofrecer, pero no es así. Debemos adorarlo “en espíritu y en verdad” (Juan 4:23–24), y solo la Biblia nos dice cómo hacerlo. Jesús dijo que los hombres que rechazan la revelación de Dios por sus propios preceptos adoran en vano (Mateo 15:9).

Del mismo modo, el Nuevo Testamento es la única fuente de información sobre la forma en que Dios quiere que nos comportemos en nuestra vida diaria. El mundo se está ahogando en su propia anarquía y en la inmundicia inmoral porque muchas personas han rechazado a Dios y su voluntad optando por sus propios deseos subjetivos y egoístas (Romanos 1:21–32).

Sin la Biblia no sabríamos que somos pecadores y que necesitamos la salvación. Además, nunca habríamos sabido del amoroso plan de Dios para salvarnos si Él no nos lo hubiera revelado en Su Palabra, la única fuente de esta información.

[Nota: Este artículo fue escrito para y publicado en el Denton Record-Chronicle, Denton, TX, el 7 de Febreo de 2014]

Reconocimiento: Tomado deTheScripturecache.com, propiedad y administrado por Dub McClish.

Traducido por: Jaime Hernandez.

 

Author: Dub McClish

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