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Introducción
La palabra milagro es una de varias palabras bíblicas que se han “forzado en su significado”, se han redefinido y se han mal utilizado. El milagro se usa popularmente de varias formas, se puede usar para describir un espectacular pase completo en un juego de fútbol en la zona de anotación, a una persona que de alguna manera escapó de la ira de un tornado, o la respuesta providencial de una oración. Los estafadores “religiosos” en la televisión han amasado fortunas al confundir a un público crédulo con sus seudo afirmaciones de poderes milagrosos.
El significado de milagro en la Biblia
¿Cuál es la definición bíblica de “milagro”? La palabra griega dunamis (capacidad, poder, el origen de nuestra palabra dinamita) se usa en varios pasajes en referencia a acciones y resultados más allá de los meros medios naturales, y así se traduce con frecuencia como “milagros” (por ejemplo, Hechos 8:13; 19:11; I Corintios 12, 10, 28–29; Gálatas 3:5; et al.). Otra palabra griega, semeion (señal, marca, indicación) a menudo se traduce señal, lo que indica fenómenos sobrenaturales que son demostraciones de autoridad y poder divino (por ejemplo, Mateo 12:38–39; Juan 2:11; 3:2; 20:30; et al.). Sin embargo, esta palabra también se traduce como “milagros” en algunos pasajes (por ejemplo, Lucas 23:8; Hechos 4:16, 22). Pedro usó estas dos palabras griegas en Pentecostés: Jesús fue “…varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas [dunamesi], prodigios y señales [semeiois] que Dios hizo…” (Hechos 2:22).
Por lo tanto, un milagro no es simplemente algo inusual, asombroso, extraordinario o notable. Se refiere al poder que Dios ha ejercido y demostrado, ya sea de manera inmediata o por medio de agentes (humanos o no), que trasciende lo que solo los hombres pueden hacer o lo que puede ocurrir por ley natural (cf. Juan 3:2). La Biblia enseña que Dios ya no demuestra así su poder. Decir que una vez lo hizo, pero ya no lo hace, no es negar su poder, sino afirmar su plan. No se trata de lo que Él podría/puede hacer, sino de lo que está haciendo. ¿Sobre qué evidencia podemos afirmar positivamente que los milagros han cesado?
Enseñanza explicita del Nuevo Testamento
Pablo trata de manera intensiva los dones milagrosos del primer siglo en I Corintios 12–14. Enumera los diversos dones que Dios “puso en la iglesia” originalmente (12:8–11, 28–30). Luego afirma que hay una cosa (al menos) que es superior a ellos (v. 31). Eso “aún más excelente” es el amor definido bíblicamente, además de que los poderes milagrosos y los grandes sacrificios son tan inútiles, vanos e improductivos como el ruido (13:1–3). Luego, Pablo define el amor al personificarlo con una larga lista de comportamientos hermosos (vv. 4–7).
La exaltación de la belleza y el significado del amor por Pablo lo lleva a contrastar su duración con la de los dones milagrosos (vv. 8–13). Primero afirma que “el amor nunca falla” (lit., “en ningún momento cae”) declarando así su naturaleza sin fin (v. 8a). Inmediatamente declara antitéticamente que hay algunas cosas que no durarán tanto: profecías, lenguas y conocimiento (representativos de todos los atributos milagrosos del capítulo 12) (v. 8b).
Pablo usa tres líneas de argumentación para declarar el cese de los dones:
- Afirma explícitamente que los dones terminarían. Las profecías se “acabarán,” las lenguas “cesarán” y la ciencia “acabará” (v. 8). Pablo usó la misma palabra (katargeo) dos veces (en referencia a las profecías y la ciencia), una palabra poderosa que significa hacer inútil, improductivo o dejar sin efecto (la misma palabra que usó para describir lo que le sucedió a la autoridad de la ley de Moisés a la muerte de Cristo, Efesios 2:15). Para las lenguas, usó otra palabra muy fuerte (pauo) que significa cesar, detenerse o llegar a su fin (cf. Lucas 5:4; Hechos 21:32; Hebreos 10:2; et al.). Aunque el versículo 8 no nos dice cuándo cesarán estos dones o qué indicará su fin, Pablo sin lugar a dudas afirma que terminarán.
- Nos dice por qué y cuándo deben desaparecer los dones, declarando explícitamente dos veces que los dones eran solo “en parte” (meros, es decir, fragmento, parcial, parte de un todo, imperfecto, incompleto), en esta ocasión usando ciencia y profecía como representantes de todos los dones (vv. 9-10). Estas capacidades “en parte” están en contraste con “lo que es perfecto” (telios, completado, completos, completos en lugar de parciales o limitados). “Lo que es perfecto”, cuya llegada marcaría el final de lo “en parte”, aún estaba por llegar (es decir, todavía estaba en el futuro en el momento en que Pablo escribió, pero ya no).
- Emplea ilustraciones y figuras para enfatizar la terminación de los dones. Primero usa su propio comportamiento infantil (habla, sentimientos, pensamientos) y el crecimiento hacia un comportamiento maduro para ilustrar la normalidad del cese de los dones milagrosos (v. 11). La infancia de Pablo representa el estado “infantil” (es decir, incompleto, imperfecto) de la revelación, y su comportamiento como niño representa los dones espirituales comunes y adecuados (muy necesarios) para esa etapa incompleta de la revelación. Sin embargo, Pablo no siguió siendo un niño perpetuo, creció y “se convirtió en un hombre”. Su logro de madurez y su consecuente (y apropiado) cambio de comportamiento representan el desarrollo de la revelación a su estado “maduro” (es decir, completa y perfecta). La llegada de Pablo a la madurez por lo tanto simboliza la llegada de “lo que es perfecto” (v. 10a), con lo cual y cuando el comportamiento infantil (“lo que es en parte”—los dones milagrosos) cesaría (katargeo, la misma palabra que para “acabará”, v. 8) (v. 10b).
Luego, Pablo emplea la figura de verse en un espejo para explicar con más detalle la ilustración anterior (v. 12). Ver en un espejo es una figura para recibir revelación, entonces no completa en el estado de “infancia” en el momento en que Pablo escribió, pero aún en el proceso de ser dada. Estas limitaciones hicieron que la “imagen” en el “espejo” fuera borrosa (lit., un enigma) porque no tenían la revelación completa de la voluntad de Dios. Pero cara a cara es una figura para ver una imagen clara en el “espejo”. Es decir, cuando llegaría el estado “maduro” de la revelación, cuando “lo que es perfecto” llegó (aún futuro en el momento en que Pablo escribió estas palabras)—la imagen quedaría clara. Tenían conocimiento solo “en parte” debido a lo incompleto de la revelación en ese momento. Con la finalización de la revelación, podrían ver claramente porque sabrían la voluntad de Dios completamente.
Algunos sostienen que lo perfecto (v. 10) se refiere al regreso del Señor o al Cielo, pero están equivocados por muchas razones, cuya discusión no está en el ámbito de este tratado. En este contexto, Pablo se refiere claramente a la revelación completa de la voluntad de Dios a través de los apóstoles (Juan 16:13) y al cese del elemento milagroso en el momento de esa finalización. Así como concluye el capítulo 12 declarando que el amor es superior a los dones espirituales no permanentes, así también concluye el capítulo 13 al declarar que es superior incluso a sus compañeros permanentes la fe y esperanza (v. 13).
Los propósitos de los milagros han cesado
Dios ha usado la actividad milagrosa para cuatro propósitos, ninguno de los cuales ya existe:
- Él ha usado los milagros para hacer y crear. Él trajo el universo material a la existencia mediante los poderosos milagros de la creación, y luego promulgó Sus leyes naturales mediante las cuales el universo físico ha operado hasta nuestros días. Todos los seres vivos desde entonces se han dado por procreación en lugar de por creación (con la notable excepción de la concepción de nuestro Señor). La Era Mosaica comenzó en medio de muchos milagros poderosos, pero con la última declaración de su último profeta, el Antiguo Testamento estaba completo y la actividad milagrosa desapareció (tal vez en parte explicando el silencio intertestamental de 400 años). La Era Cristiana comenzó con una actividad milagrosa trascendental (es decir, los anuncios angélicos a Zacarías y María, el Nacimiento virginal, las poderosas señales de Jesús, Su resurrección y ascensión, las maravillas de Pentecostés, la impartición de poderes a los apóstoles, et al.). No es una mera coincidencia que la actividad milagrosa cesó poco después de completar la revelación del Nuevo Testamento. A menos que Dios decida hacer o crear algo nuevo, este propósito de la actividad milagrosa ya no existe.
- Dios usó los milagros (particularmente el don de profecía) para edificar a la iglesia infantil (I Corintios 14:3-6). Sin embargo, este fue uno de los dones de los cuales Pablo dijo específicamente que era “en parte” y que “acabaría” con la venida de “lo perfecto” (13:8-10). Cuando la plenitud de la revelación fuera suya, tendría, en una forma escrita preservada y permanente, todo lo que cualquier persona que viviera después necesitaría para edificarse (Hechos 20:32; II Timoteo 3:16–17; et al.). Los que predican fielmente el mensaje de los profetas inspirados del Nuevo Testamento actualmente edifican a la iglesia, por lo que este propósito de los milagros ya no existe.
- Dios usó los milagros para revelar Su Divina Voluntad y Verdad. Jesús prometió a los apóstoles que enviaría sobre ellos el Espíritu Santo, quien les enseñaría todas las cosas y los guiaría a toda la verdad (Juan 14:26; 16:13). Pablo declaró que Dios reveló las palabras que él y los otros apóstoles hablaron y escribieron (I Corintios 2:10–13). No aprendió el mensaje que predicó de los hombres, sino “por revelación de Jesucristo” (Gálatas 1:11–12; cf. Efesios 3:3–5; II Pedro 1:21). Con esto se refiere a que sus palabras eran “mandamientos del Señor” (I Corintios 14:37). Para fines del primer siglo esta era, “la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 3). Por lo tanto, este propósito revelador de la actividad milagrosa ya no existe.
- Dios usó los milagros para confirmar la Verdad y sus proclamadores CONFORME ESTABA SIENDO REVELADA.Juan declaró que este era el gran objetivo de la actividad milagrosa de Jesús (Juan 20:30–31). El Señor le dio a los creyentes del primer siglo poderes milagrosos para confirmar su predicación (Marcos 16:17-20). Dios confirmó y dio testimonio de la “gran salvación” que los apóstoles predicaron con “señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad” (Hebreos 2:4). Ya que la revelación de la voluntad de Dios se completó a fines del primer siglo y dado que el propósito de los milagros de la era del Nuevo Testamento era confirmar la Palabra, con la finalización de la revelación, el propósito confirmatorio de los dones ya no existe.
Aun así, algunos alegan que la Palabra de Dios todavía necesita confirmación. Sin embargo, tenga en cuenta lo siguiente:
- Los santos del primer siglo confirmaron sus propias palabras, no las de Moisés o los profetas, tal como Moisés y los profetas confirmaron sus propias palabras, en lugar de las de Job o Abraham.
- Una vez confirmado (como era mientras se revelaba), el Nuevo Testamento no necesita confirmación adicional. Así como fue “una vez dada” (Judas 3), también fue una vez por todas confirmada. La declaración de Juan con respecto a las señales de Jesús atestigua notablemente este hecho. Aunque Juan hacer las “señales de un apóstol” y vivió la era de los milagros, afirmó que el registro escrito de las señales que hizo Jesús era una confirmación suficiente de quién era Él para que uno pudiera creer en Él para salvación:
Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre (Juan 20:30-31).
- La confirmación y la revelación son inseparables. Si hoy tuviéramos una confirmación milagrosa, deberíamos tener una revelación nueva y continua. Si hoy no tenemos una nueva revelación, no hay una confirmación milagrosa. Los que insisten en la continuación de los dones milagrosos más allá de la era del Nuevo Testamento buscan, sin saberlo, imponer un estado perpetuo de “infancia” sobre la revelación y la iglesia. Están argumentando implícitamente que no tenemos una Biblia completa y perfecta, sino una que es solo “en parte.”
Conclusión
Los milagros del Nuevo Testamento son como los andamios en un edificio, temporales y necesarios solo durante la construcción. Cuando el edificio está terminado, el constructor quita los andamios, como de hecho Dios hizo con los dones milagrosos cuando Su revelación se completó. Esa revelación es suficiente para salvarnos (Romanos 1:16), para completar nuestra buena obra (II Timoteo 3:16–17), y para llevarnos al final a la gloria celestial (Hechos 20:32). Ningún inconverso necesita en alguna manera (1) la operación directa milagrosa del Espíritu Santo o (2) la operación directa “no milagrosa” del Espíritu Santo para ser salvado de su culpa o de sus pecados o para ser salvado en el Cielo al final. Del mismo modo, ningún santo necesita ninguna (1) operación directa milagrosa del Espíritu Santo o (2) de la operación directa “no milagrosa” del Espíritu Santo para poder vivir y ser salvos finalmente en el Cielo. Tenemos el mensaje de Verdad inspirado, revelado y confirmado por milagros, las Escrituras son suficientes.
Nota final
Todas las citas bíblicas son tomadas de la RV1960 salvo se indique los contrario
[Nota: Escribí este MS, que apareció originalmente en la columna “Perspectiva Editorial” en el número de octubre de 2003 del The Gospel Journal, un periódico mensual de 36 páginas del cual yo era editor en ese momento.]
Reconocimiento: Tomado deTheScripturecache.com, propiedad y administrado por Dub McClish.
Traducido por: Jaime Hernandez.