Un Extraño Criterio Para La Doctrina

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            Hace varios años asistí a un debate sobre el tema del matrimonio, divorcio y segundas nupcias. En el debate, uno de los antagonistas en forma insensata sostuvo que el adulterio simplemente significa “romper el pacto matrimonial”, en lugar de infidelidad sexual. Además del hecho de que esta afirmación niega por completo el significado de la palabra adulterio, la consecuencia de esta doctrina permite (y alienta) a las parejas que viven en matrimonios adúlteros a continuar así, bajo la impresión de que Dios se complace con su comportamiento. Los así engañados, que continúan así en sus relaciones ilícitas, enfrentarán al Señor en el Juicio como adúlteros no arrepentidos. Las palabras de Jesús sobre este tema se mantienen firmes: “Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera” (Mateo 19:9).

            Un amigo predicador a quien no había visto en varios años también estaba en el debate. Al saludarnos durante un intermedio, indicó que estaba de acuerdo con el hermano que estaba defendiendo la posición errónea y espiritualmente fatal mencionada anteriormente. Explicó que él había adoptado este punto de vista porque hay muchas personas en el mundo que se han divorciado y que están en un segundo, tercer o cuarto matrimonio. Él “razonó” que pronto nos quedaremos sin personas a las que podamos enseñar el Evangelio si no adoptamos una visión más liberal de la enseñanza de Jesús que la que los hermanos han enseñado (en forma correcta) casi universalmente.

            Inmediatamente respondí que la condición inmoral de la sociedad no es el criterio correcto para determinar la Verdad y el error. Aunque él acababa de decir esto como la razón de su visión liberal, admitió la verdad de lo que dije. Sin embargo, luego comenzó a tratar de culpar a lo que llamó nuestra “visión tradicional” (léase “visión correcta”) de Mateo 19:9 y pasajes relacionados sobre la decisión de un antiguo concilio de la iglesia, repitiendo uno de los “argumentos” del falso maestro que participaba en el debate. De hecho, este hermano mostró un criterio extraño para determinar la doctrina.

            Durante mucho tiempo he sospechado que la desviación en años recientes de mucho de lo que los maestros falsos disfrutan llamando la “visión tradicional” sobre el divorcio y el segundas nupcias se debe más a factores emocionales que a otros. El amigo predicador mencionado anteriormente realmente admitió que la compasión (simpatía por los adúlteros) lo había llevado a intercambiar la Verdad por el error en este tema. Los intentos de esas personas, a pesar de ser poderosos y ruidosos para acreditar su nueva doctrina a la erudición o solo a la información “recientemente descubierta”, han sido vanos.

            Debemos evitar generalizaciones dramáticas y juicios emotivos. No obstante, parece más que una mera coincidencia que algunos de estos hermanos no abandonaron el “punto de vista tradicional” (por casi cualquier otro punto de vista, independientemente de lo absurdo), hasta que ellos mismos, un miembro de la familia o un amigo querido se involucraron en un matrimonio no bíblico o deseaba hacerlo.

            Todos debemos condolernos sinceramente con los que se encuentran en matrimonios adúlteros o con los que tienen seres queridos que están en esa situación. También nos condolemos de los que han sido inducidos a creer que sus matrimonios son puros cuando no lo son. Sin embargo, tengo poca simpatía o paciencia con los que han participado en inventar o propagar dos docenas o más de “lagunas” en un esfuerzo por eludir la sencilla enseñanza de Mateo 19:9 sobre este tema. Algunos de ellos son contrapartes modernas de los escribas y fariseos del día de Jesús, de los cuales dijo: “Ay de vosotros,… porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros” (Mateo 23:15).

            El tema del matrimonio, divorcio y segundas nupcias no es el único con respecto al cual algunos han determinado sus convicciones o comportamientos basándose en factores emocionales más que racionales y bíblicos. En 1985, se realizó un “Foro de Unidad” con la participación de algunos de nuestros hermanos y hombres de la Iglesia Cristiana Independiente (ICI) en Tulsa, Oklahoma, organizada por la Iglesia de Cristo Garnett Road. En esa ocasión, uno de los hombres de la ICI declaró que sus hermanos no aceptan el argumento contra la música instrumental en la adoración basado en Levítico 10:1–2:

Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuego, sobre el cual pusieron incienso, y ofrecieron delante de Jehová fuego extraño, que él nunca les mandó. Y salió fuego de delante de Jehová y los quemó, y murieron delante de Jehová.

El “argumento” al que se oponen los hombres de la ICI es ese de que Dios está tan disgustado con la “música extraña” hoy como lo estaba con el “fuego extraño” en su día y por la misma razón—no está autorizado. Dios dijo tanto de la música instrumental en la adoración del Nuevo Testamento como lo hizo sobre el fuego de Nadab y Abihu, nada en absoluto en ambos casos. Así, si uno no está autorizado, ambos lo están.

            No es difícil entender por qué la gente de ICI no acepta este argumento y el principio que lo sustenta. Si yo abogara por utilizar instrumentos en la adoración y estuviera determinado a justificarlos, igualmente rechazaría ese argumento. El predicador en la congregación anfitriona (uno que dice ser uno de nosotros), respondió a los hombres de la ICI que ya no usaría Levítico 10:1–2 al discutir con ellos el uso de instrumentos en la adoración, ya que ellos no aceptan la aplicación obvia del pasaje. Esta no solo es un argumento extraño y lamentable para decidir la doctrina—sino que es condenable.

            Supongamos que el robo a mano armada es muy frecuente en la sociedad que tenemos dificultades para encontrar a alguien que enseñe lo mal de tal comportamiento. ¿Debemos cambiar el mandato de Jesús, “si no os arrepentís, todos pereceréis” (Lucas 13:3), para acomodar este pecado? Si alguien en mi familia inmediata se convierte en un mentiroso empedernido, ¿entonces debo decidir que mentir no es realmente mentir? ¿Puedo redefinir el término y someter a la Palabra de Dios a todo tipo de torturas para encontrar una o más lagunas legales que le permitan seguir mintiendo, al mismo tiempo que creen que Dios se agrada? Si el comportamiento homosexual llega a ser tan común como quieren sus defensores, para estar acorde con los malos razonamientos de los hombres citados anteriormente, tendrán que renunciar a la actitud de Dios hacia ese comportamiento (como ya lo han hecho varias denominaciones).

            Las posiciones irracionales de los dos predicadores que he citado no están un centímetro por detrás de la mayoría de los predicadores denominacionales y su negativa a predicar la Verdad sobre Mateo 16:18, Marcos 16:16, Hechos 2:38 y una gran cantidad de otros pasajes. Benny Hinns, Billy y Franklin Grahams, y otros de su clase se niegan a predicar las verdades declaradas en estos pasajes porque saben que estarían completamente desfasados con el noventa y nueve por ciento de la población adulta del mundo que profesa creer en Dios, Cristo y la Biblia. ¿Permitiremos que la prevalencia del error doctrinal nos influya para que dejemos de predicar sobre la única iglesia de Cristo y su singularidad (como pensó el hermano antes mencionado que deberíamos hacer con respecto a Mateo 19:9)?

            Los de la clase de Graham también saben que la mayoría de los pecadores no aceptarían las verdades del Nuevo Testamento con respecto a las cosas que los pecadores deben hacer para ser salvos, particularmente con respecto al bautismo. Perderían de inmediato a sus audiencias si se atrevieran a predicar la verdad bíblica sobre este tema (por supuesto, lo que se traduciría en una pérdida severa de ingresos).

            La mayoría de los predicadores denominacionales son más consistentes que el predicador de Tulsa citado anteriormente (el que prometió no usar más el Levítico 10:1–2). Parece que no tienen problemas para dejar de lado casi cualquier pasaje bíblico que se interponga en su forma de atraer a las multitudes más grandes o la mayoría de los dólares. Si el predicador de Tulsa va a dejar de enseñar la Verdad que se encuentra en un pasaje porque algunos la rechazan, también puede dejar de usar cualquier otro pasaje que contenga Verdades que algunos rechacen. De hecho, para ser consistente, debería hacerlo.

            Al igual que Graham y sus semejantes, este predicador de Tulsa debería haber dejado de citar inmediatamente Marcos 16:16 y Hechos 2:38 porque la gran mayoría de los “creyentes” rechazan su contenido con respecto al bautismo. Además, debería haber dejado de citar Génesis 1-2 como la explicación auténtica de los orígenes porque los ateos, los humanistas y los paganos rechazan el relato de la creación. Nunca más debe citar a Juan 14:6, estableciendo al Señor Jesús como el único acceso a Dios porque tanto los judíos como los musulmanes rechazan a Jesús como el único Salvador. Como podemos ver, pronto no habrá un pasaje que uno pueda usar si uno recorre este camino hasta su final lógico. La Biblia se vuelve inútil.

            Cuando uno permite que cualquier cosa, además de la Palabra de Dios, determine sus doctrinas y su práctica en la religión y su comportamiento, se ha destinado al error y a la condenación si no se arrepiente. Hay una sola fuente de Verdad para el alma y el espíritu del hombre: Jesús le dijo a su Padre: “Tu palabra es verdad” (Juan 17:17). Habrá solo una norma de juicio en el último día para todos los que han vivido de este lado del Calvario. Jesús dijo: “La palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero” (Juan 12:48).

            Qué trágico ha sido (y sigue siendo) ver a algunos que estuvieron entre nosotros, algunos de los cuales lucharon por la fe, pero que han dejado que las reacciones emocionales a las prácticas pecaminosas de los hombres dicten su doctrina y moral. Nunca pueden ser una bendición para los pecadores, ya que solo proporcionan engaños desastrosos que dan falsas esperanzas. Ni los pecadores ni a la prevalencia de un pecado dado se les debe permitir determinar la doctrina o el comportamiento. Más bien, siempre debemos determinar la identidad de los pecadores—y el pecado—por la doctrina inalterable de Cristo proclamándola fielmente.

[Nota: Escribí este manuscrito y apareció originalmente en la columna “Perspectiva editorial” del número de marzo de 2003 del The Gospel Journal, del cual yo era editor en ese momento.]

Atribución: Tomado de TheScripturecache.com, propiedad de y administrado por Dub McClish.

Traducido por: Jaime Hernandez.

 

Author: Dub McClish

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