¿Del cielo o de los hombres?

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[Nota: esta MS esta disponible en letra mas grandee en nuestra pagina de Espanol.]

En el clásico Sermón del Monte, Jesús dijo:

No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad (Mateo 7:21–23).

            Este pasaje enseña una gran y fundamental Verdad: lo vano, la presunción y el peligro de hacer cualquier cosa que Jehová no haya autorizado. En su profundo principio, el Señor abarcó todo elemento que uno pudiera enumerar como un ingrediente de la fidelidad a Dios y a su Hijo. Si uno tiene el corazón puesto en hacer “todo en el nombre del Señor” (Col. 3:17), será fiel en todas las cosas.

            La declaración de Jesús demuestra la insuficiencia de varias cosas sobre las que millones confían. No es suficiente simplemente:

  • Creer en Cristo
  • Confesar la fe en Cristo
  • Profetizar o predicar algún mensaje religioso
  • Hacer obras religiosas, incluso las que parecen ser grandiosas
  • Ser sincero en la doctrina o práctica religiosa
  • Ser celoso en su actividad religiosa
  • Hacer o enseñar algo porque a uno “le gusta”
  • Hacer o enseñar algo porque atrae y le gusta a grandes multitudes
  • Hacer o enseñar algo porque una congregación en algún lugar lo está haciendo o enseñando
  • Hacer o enseñar algo porque “alguien famoso” en la iglesia lo está haciendo o enseñando.

Todo lo que debe de importar es ¿lo autoriza Dios?

            El decir simplemente el nombre del Señor sobre algo que estamos haciendo no es señal de que Él lo apruebe, los hijos de Esceva lo aprendieron rápidamente para su propio pavor y desazón (Hechos 19:14-16). La declaración de Jesús muestra concluyentemente que Dios no solo requiere la fe y su confesión para la salvación, sino que también requiere más que meras obras. Si las obras de uno no son las obras que Dios ha autorizado a sus siervos a hacer, todas se hacen en vano. ¡Lo que Dios no autoriza, Él no lo reconoce!

            En una ocasión, Jesús les preguntó a los gobernantes judíos si el bautismo de Juan era del cielo o de los hombres (Mateo 21:25). Al hacerlo, estaba agotando todas las posibilidades. Los malvados judíos sabían que no debían argumentar que había una tercera fuente posible de autoridad. Toda doctrina y práctica en religión es autorizada por Dios―o es de origen humano.

            Hombres fieles han restaurado y mantenido la iglesia del Nuevo Testamento en los tiempos modernos con la premisa de libro, capítulo y versículo―autoridad bíblica explícita o implícita―para todo lo que hacemos y decimos. La esencia de la fidelidad como individuos y congregaciones es doble: (1) Buscar en las Escrituras para determinar lo que autorizan y (2) hacer solo lo que autorizan con todas nuestras fuerzas. ¡A mí, cómo todos los hombres, tanto dentro como fuera de la iglesia de Cristo, necesitamos que se nos recuerde este hecho! Gran parte de la predicación y la práctica entre nosotros en los últimos treinta años no ha tenido más “autoridad” que uno de los famosos predicadores/escritores evangélicos, algún psicólogo o filósofo popular, Juan Calvino, o las preferencias personales de uno. Un hecho triste de contemplar en todo esto es que miles de santos (incluidos muchos predicadores y una gran cantidad de ancianos) no saben cómo determinar si una determinada práctica o doctrina está autorizada o no. Los términos explícitos,implícitos, opcionalesy obligatoriosson como un idioma extranjero para ellos. Los que enseñamos y predicamos somos muy culpables en este asunto, ya que no hemos enseñado y predicado sobre estos temas tan completa o frecuentemente como la necesidad lo requiere.

            El que no es fiel a Dios no es fiel a Cristo (Juan 15:23). Uno no es fiel a Cristo si no honra Su Palabra (Juan 12:48; 14:15). Dios le ha dado a su Hijo “toda autoridad” (Mateo 28:18) y debemos someternos escrupulosamente a Él. Los que descuidan este tema, ya sea en la iglesia o fuera, llegarán al Juicio para escuchar al Señor preguntar: “¿Quién eres? No creo que nos hayamos conocidos, y es demasiado tarde para conocernos ahora.”

[Nota: Escribí este artículo como parte de la columna Editor´s Clippingsen la edición de Febrero de 2005 del Góspel Journal, del cual era editor en ese tiempo.] 

Reconocimiento: Tomado de TheScripturecache.com propiedad de y administrado por Dub McClish.

Traducido por: Jaime Hernandez.

 

 

 

 

 

Author: Dub McClish

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