¿Uvas o espinos?

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            En el proceso de advertencia sobre los graves peligros de escuchar a los falsos profetas, Jesús dijo: “Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?” (Mateo 7:15-16). Jesús hizo una aplicación espiritual de este principio axiomático general, que ha estado vigente desde la creación: cada forma de vida se reproduce según su propia especie y solo según su propia especie (Génesis 1:11-12).

            El apóstol Pablo lo dijo de manera sucinta: “Pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gálatas 6:7), aplicando de nuevo el principio a un asunto espiritual. Del mismo modo que las zarzas no producen uvas ni hiedras, los monos no provienen de “semillas” de serpientes, y los hombres no provienen de “semillas” de monos. Dios colocó el poder de la vida en la semilla de cada clase y especie.

            A medida que las semillas de plantas, animales y humanos se reproducen según sus respectivos tipos, también lo hacen las “semillas” en la religión. Jesús identificó la “semilla” de su reino, la iglesia, como “la palabra de Dios” (Lucas 8:11). Esta semilla (llamada de diversas maneras en el Nuevo Testamento, “la fe”, “la verdad”, “la doctrina de Cristo”, “la ley de Cristo”, etc.) es un ADN espiritual que contiene el poder de reproducir la vida espiritual y las características que residen en ella―y solo esos mismos rasgos espirituales.

            Cada institución religiosa y sistema de hombres tiene su propia “semilla” de doctrina: su propio ADN. Estas semillas contienen las cualidades distintivas propias de sus sistemas respectivos, que se reproducirán según su propio tipo. La “semilla” de la Ley de Moisés produce solo judaísmo, nunca el Islam o el confucianismo. La “semilla” del Corán produce solo musulmanes, nunca budistas ni judíos. Las “semillas” hindúes no pueden producir cristianos. Sin duda, las declaraciones anteriores son tan obvias y axiomáticas como para cuestionarlas.

            Del mismo modo, no es posible que uno se convierta en cristiano al obedecer la Ley de Moisés. Es parte de la Biblia y señala hacia Cristo y al cristianismo en cientos de profecías y tipos, pero su “simiente” es distinta del Nuevo Testamento. Profetiza un nuevo pacto (Jeremías 31:31-34). Solo la “semilla” del Nuevo Testamento produce cristianos, y eso es todo lo que produce.

            El “principio de la semilla” explica las innumerables divisiones en “la cristiandad”. La “semilla” bautista no produce católicos romanos o episcopales. La “simiente” presbiteriana no produce nazarenos, metodistas, pentecostales o unitarios.

            ¿Deberíamos sorprendernos del énfasis implacable en la Palabra de Dios en mantener pura la “simiente” (es decir, la doctrina) (por ejemplo, Juan 14:15; Gálatas 1:6-9; 2 Timoteo 2:2; 4:1-4, Rev. 22: 18-19)?

[Nota: Escribí este artículo para y fue publicado en el Denton Record-Chronicle, Denton, TX, el 2 de Mayo de 2014].

Reconocimiento: Tomado de TheScripturecache.com propiedad de y administrado por Dub McClish.

Traducido por: Jaime Hernandez.

 

Author: Dub McClish

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